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Bonito

Lo encontramos a la puerta de casa, indefenso y tembloroso. Mi hija le bautizó con el nombre de «Bonito» por que decía que era un pajarito muy guapo. Fueron dos días de ilusión para ella. Era la primera vez que mi pequeña, que entonces ni siquiera había cumplido tres años, tenía un pajarillo en casa.

Su padre no estaba tan ilusionado y no podía dejar de pensar en el día siguiente. Mientras la niña imaginaba dónde estaría la mamá de Bonito y lo triste que se sentiría por no estar con su hijito, el papá de la niña no podía dejar de pensar que ocurriría cuando el pajarillo se fuera. El también tuvo algún pajarillo en casa de pequeño y por eso sabía que los gorriones son pájaros de la calle que no tardan mucho en irse.

«Bonito» no sabía volar y nosotros no podíamos enseñarle. Una tarde, mientras mi pequeña dormía, Bonito se fue. Mi hija todavía cree que la mamá de Bonito vino a buscarle, y aunque sintió mucho que se hubiera ido, quedó feliz por saber que Bonito y su mamá estaban por fin juntos.

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